En lo primero que siempre me fijo es en la mirada, ese extraño cruce de proyecciones subjetivas y objetivas a contratiempo.
Los ojos, nuestra mayor ventana a la realidad, son transparentes, se puede mirar más allá de ellos, hasta allí donde se fabrican y entretejen las ideas y las emociones. Y estoy casi seguro de que los tuyos no me engañan. Tu puedes intentar engañarme pero tus ojos no te acompañan.
Tus ojos , tus ojos , tus ojos ...
¿qué tendrán tus ojos que tanto atraen a los míos?
¿Qué habrán visto dentro que ya no quieren dejar de mirar?
Si en mis sueños sin saberlo labran caminos,
y también sin saberlo a mis ojos en ocasiones hacen tiritar
El color de la naturaleza inunda tus pupilas, acorde con tu espíritu salvaje, libre, y a día de hoy inalcanzable como un ídolo para mi permaneces...
El roce de tu pestañas destellea cuando me ves, y como un faro, llaman a mis ojos tus ojos. Ya no estoy perdido, me iluminas, me calientas y me traes esperanzas... das un punto de apoyo y referencia a mi carta de navegación.
Pero no me engañas, no puedes, tu mirada te delata, tu mirada te traiciona y me acaricia cuando de mi sin querer queriendo la apartas. Tu no puedes verlo, sería absurdo que te pudieses ver a ti misma a través de tus ojos pero hacia adentro. Y sé que no es fruto de la casualidad, la misma mota de polvo no puede volver a visitar dos veces la misma pestaña, es estadísticamente indemostrable. Y tu mirada siempre es la misma, y me habla, siempre me habla, pero por desgracia el lenguaje de las miradas aun no ha sido inventado, y por más que quiero no la entiendo, y por más que escucho sigo sin comprender nada, sé lo que me grita pero no ni cómo, ni qué, ni dónde, ni cuándo, ni si cabrá preguntarse algún por qué...
Así que aunque puedo presumir de que tengo un faro, no sé como usarlo y sin quererlo navego perdido.
¡¡Qué pena que a día de hoy ya no queden fareros!!
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