Me encanta soñar contigo. Es inevitable. Mis áridos labios, ya totalmente desérticos de tu rocio, no aspiran a más que volver a beber de tu boca antes de alcanzar el sueño eterno que nos separe ya por siempre.
Voy comprendiendo mejor cada día el mundo onírico. Si los sueños existen son para conformarnos con aquello que deseamos y perseguimos como la Luna a la Tierra, pero nunca alcanzamos. Peregrinos de una Tierra sin un templo ni un dios al que rendirle culto.
Te deseo. Y los deseos inalcanzables parecen ser también incesantes, constantes e incansables en su lucha por realizarse. Te deseo tanto que no existe mayor aspiración en mi vida que la casa de mis labios visite la fábrica de la pasión por ti inahugurada y que se empeña en mantener esta huelga de celo. Y como te deseo tanto, cada día que pasa muero por dos, porque un día sin verte es un día a medias, incompleto, y como vacío, sin sentido... Y en la locura de este deseo sería capaz de renunciar a todo cuanto poseo, el resto de mi vida sería un legado perfecto para las generaciones que nunca descenderán de mi, porque las puertas de mi castillo están cerradas a otra princesa que no seas tu.
Y en verdad es que no necesito mucho, soy como un camello que no necesita beber de tu amor más que alguna vez cada cierto tiempo, ya lo tengo asumido, he aceptado esta animal posición, sin ninguna resignación, y por mucho que los amos se empeñen, los animales están ahí para servirnos, y creo que en su pequeña conciencia no esperan más que un poco de comida y alguna caricia de vez en cuando, no tienen conciencia ni del mañana, ni del futuro, y simplemente viven disfrutando del momento.
Seguro que continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario