miércoles, 30 de noviembre de 2011

Perdido

Hoy me siento perdido como un náufrago en un infinito mar de dudas, esperando cuan respuesta que me deje abordar el barco de la inquietud y tomar el control de mi rumbo. Estoy estancado, en un sitio muerto y con el horizonte como única meta. Desolado.
Hoy particularmente odio al tiempo, esa puñetera dimensión que con la inconstancia en su transcurrir hace demasiado cortos los momentos que vamos a añorar durante el resto de su transcurso acompañando nuestras vidas. Y cuando uno está atrapado en una situación como ésta, nuestro peor enemigo es el tiempo, porque los días se quedan vacíos de significado, y transcurren lentos y pesados, indiferenciables, el único rayo de sol que alegraba mis mañanas está cubierto por los nubarrones de la duda y no hay nada que haga presagiar que no llegue la tan temida tormenta. Un juicio, una opinión, una decisión marcará el destino de nuestro corto caminar juntos.
Supongo que no supimos como convivir esquivando bien los charcos del camino, y aquello que antes nos parecía gracioso cuando saltábamos en ellos y nos reíamos de la vida, parece que ha ido calando en nuestras ropas, volviéndolas frías, pesadas e inaguantables. Ya no es tan divertido el agua que nos salpica, y en ocasiones nos empeñas en ir bordeandolos. ¿No ves que en esta vida el que no se moja no consigue nada? ¿A qué tienes miedo? ¿A otra mancha en el historial amoroso que todos traemos a nuestra espalda? La vida parece que transcurre así y no queremos capacitarnos para entenderlo.
Debería tener miedo a volverme a enamorar, porque los momentos que marcan el transcurrir de este tiempo más reciente me hacen mucho daño. Hay tanto dolor que no sé por donde empezar a curarme, pero no por ello voy a renunciar a seguir viviendo y a buscar y seguir luchando por eso que se suele llamar amor, y que nadie sabe lo que es.

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