El tiempo es el único que nos marca cual res y nos deja
escapar para volver a marcarnos de nuevo cuando menos lo esperamos. Y digo esto
porque realmente no somos conscientes del paso rápido y firme de la cuenta
atrás. De lo que dejamos atrás, de lo que nos queda por vivir, y lo más
importante… que no somos más que polvo -de
estrella apuntarán algunos- renovado,
reestructurado en enlaces químicos, conexiones bioléctricas… que un día al
polvo volverá, y que nadie atina a explicar cuan día tomamos eso que sin
equivocarme atinaría a llamar “subjetiva consciencia de la realidad” para pasar
a creernos entes que vivimos una vida intentando controlar la realidad que irremediablemente se nos
escapa unos pasos más adelante. TIC TAC,
TIC TAC. Mientras escribo esto y tú lo lees seguro que no somos conscientes que
la cuenta atrás continúa su marcha. Que lo que un día dejamos de hacer quedará perdido
en otros mundos, universos o realidades. Que no hay dos días iguales por más
que las circunstancias sean las mismas… y que mientras seguimos en esta espiral
de intento de autocomprensión, el tiempo fluye, como un río, y como bien apuntó
Machado en su día, en cualquier momento llegaremos al mar. Que cualquier
decisión que tomamos hastía nuestra vida entre lo que pudo y lo que es. Y
mientras no cesa el tic,tac,tic,tac… No atinamos a pensar que no hace tanto tiempo nuestro padres se encontraban en
la misma encrucijada de vida en la que nosotros nos encontramos, y que en menos
que un gallo canta, llegaremos a esa misma meta vital.
Y podremos devanarnos la cabeza, pensar y filosofar, creer
atinar en cual es el sentido de la vida, de dónde somos, determinismo,
indeterminismo, razón, espíritu… y ¿para qué? ¿Qué ganaríamos si tuviésemos la
capacidad de responder a esas preguntas? ¿acaso haría este camino menos
pedregoso? ¿podríamos evitar los baches a los que todos hemos sido injustamente
predestinados a tropezar? Pues NO. Porque si piensas un poco, vivir es
equivocarse, es luchar por una esperanza muerta, una meta perdida, un camino
con origen y destino incierto, pero cierto destino a su vez. Y para nada nos
sirve compararnos, medirnos o igualarnos. Somos como las burbujas de un vaso de
cerveza. Unas más grandes, con más o menos gas, con menor o mayor velocidad de
ascenso, pero todas siguiendo un mismo patrón de ascenso hasta una superficie
que nos explotará. Habrá burbujas que se dividan dando lugar a otras burbujas,
otras que se unirán para ascender como tan sólo una, pero cualquiera de las
posibles combinaciones, todas alcanzarán el mismo cielo. Por eso el día que no
recuerdes, que no aprendas como consecuencia de una equivocación, que no
compartas y crezcas… será como ese boleto de la quiniela que desprecias a la
basura por no haber sido premiado. E incierto no es que la vida es una lotería
presa del azar, pero al menos a mí, a día de hoy, me gustaría poder tener a buen
resguardo cada uno de esos boletos que aposté, y aunque no fueron premiados, en
su momento representaron una gran ilusión.
Y otras generaciones, cuerpos, mentes… con sus inquietudes e
ilusiones volverán a pisar la misma tierra que hoy nosotros pisamos. Volverán a
reconstruir entre las ruinas que dejamos. Moldearán y volverán a jugar,
volverán a apostar por esto que llaman vida y de la que todos salimos como
perdedores porque no existe ningún premio que reclamar. Y así continuará el
bucle de la vida. Personas que reemplazarán el papel que otros dejaron en esta
pantomima de teatro que gira, y gira, y gira… y no se marea, y no se detiene.
Nunca para la rueda.
Y en el fondo nuestra vida es así. Por más que creamos que
sabemos, siempre podremos volver a tropezar. Por más que el camino nos resulte
familiar siempre habrá bifurcaciones que nos confundirán, piedritas que a
sorprendernos volverán y caminos cortados que nos atajarán. ¿Y quién sabría
decirme qué es la vida?
by Anticronista Gutiérrez.